Y luego todo el ruido
se convirtió en un sólo de guitarra.
Sin poder abrir los ojos
busqué a tientas la voz
que iba desapareciendo.
Hacía frío,
hacía calor.
Nada era real.
Un grito de cuerdas
desesperadas,
desatadas,
rotas.
Volvió a decir mi nombre,
desatado,
desesperado,
roto.
Oí un disparo y abrí los ojos.
La pared lloraba sangre.
Él, en el suelo,
lloraba sueños.
Yo, sin sangre y sin sueños
que llorar,
agarré la guitarra
y volví a apretar el gatillo.
es buenísimo, de verdd, te felicito.
ResponderEliminarimpactante porque no se anuncia la tragedia final en tal magnitud.
biquiños,