miércoles, 2 de octubre de 2013

El recuerdo de los olores como un indescriptible oasis en mi puto desierto de autodestrucción.

Los olores crean mundos,
ciudades y paisajes,
calles que recorrer,
rincones de palabras mudas.
Un idioma de roces eléctricos, 
de bosques hechos de pinceladas saladas al aire,
de playas desérticas con mares de estrellas,
de fríos y oscuros paraísos, 
de calientes infiernos como dunas de piel
que pasan a ser arenas movedizas
y atrapan.

Se me caen las palabras del cielo de la boca,
luchan por no ahogarse,
como luchan las gotas de lluvia
en mi ventana
por no caer.
Se terminan fundiendo en mi lengua,
hijas bastardas de mi abismo,
mojadas,
y borrosas.



No hay escalones que subir porque se deshacen bajo mis pies.
Espero que, cuando llegue el momento de la caída, 
al suelo no le de por hacer lo mismo.


1 comentario:

  1. "se me caen las palabras del cielo de la boca, luchan por no ahogarse"

    excelente

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Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.