miércoles, 5 de febrero de 2014

Aún es mediodía
y no tengo tabaco.
La vida me duele
hasta que anochece.
Las letras huyen 
hasta que la oscuridad
(no sólo la de mi cabeza)
se llena de estrellas
y luces de neón.

No sé de tostadas
ni de café caliente,
no sé de paraísos
azules,
no sé de coronas,
de trajes,
de corbatas como sogas,
ni de aureolas brillantes
como cuchillos.

Aún es mediodía
y no tengo tabaco.
Y mis sueños luchan
segundo a segundo
por no estallar
en llamas.

Y yo lucho
segundo a segundo
por no quemarme
con ellos.




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