En España los viejos
se pasan la vida
o la espera de la muerte
engrasando los amaneceres
con anís
para ir a ver obras
de la construcción.
Y se les cae la tarde
la noche
y la vida
mirando maquinarias
mover piedras
arriba y abajo.
Se va el sol con las manos
en los bolsillos
como comprendiendo
que es sólo durante el día
cuando avanzan las ciudades
y que cualquiera,
al cabo de unas semanas
de observación,
puede llegar a sentirse
dueño
de su tiempo.
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