azul y negro,
mirarme policromada
y rota
blanca y olvidada
como una escultura griega.
Este mirarme a los ojos,
a los pezones,
a los dedos
gordos
de los pies,
como buscando.
Este mirarme fijamente
o de lejos,
el tirarme de cabeza
a los cajones caóticos
de mi memoria,
que ya no saben cerrar.
Este comerme la boca
y los miedos,
morderme,
tragarme el amor y
regurgitarlo,
comerme las pupilas
y las lágrimas,
las decepciones,
la imperfección
de esta aspiración
constante
a lo perfecto,
a la perfecta,
que no soy,
que no quiero ser.
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