Las niñas perdidas nunca crecen, nunca crecemos. Y ahora, que cada año que pasa me vuelvo más joven y más inmadura es cuando ya no me escuece el paso del tiempo. Todo se reduce a la mente, y mi mente es demasiado grande para que los minutos lleguen a desgastarla. Diría que es como un Amazonas, como un iceberg, como un océano de agua y aceite a partes iguales... y no mentiría. La arena del reloj va cayendo en picado para volar de nuevo hacia arriba en un amago de golpe sin retorno. Pero todo se queda en eso, en un amago. En una melodía y su éxtasis, en el mejor verso de un poema, en la belleza sublime. Sublime porque asusta y porque gusta, como el paso del tiempo. No tengo necesidad de ir más allá, lo que tengo son ganas de todo. El verano siempre es la meta real y efímera que nunca se termina, pero que sí se congela, se enfría, como nosotros. Llueve sobre mojado, sobre empapado, sobre congelado y sobre seco. Y seguimos vivas. El verano es la forma terrenal de entender Nunca Jamás, al que nunca jamás se llega. Pero si algo bueno tiene este mundo es que la primavera acaba llegando. Siempre.
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Siempre llega y solo dura lo que tarda en terminar el invierno.
ResponderEliminarSigue así Luci, es genial me uniré a ti y no dejaré crecer una parte de mi, entonces sabré que siempre en cualquiera parte de mi anatomía habrá una yo pequeñita que me hará sonreír!
Genial tu texto un besazo guapísima!
Es una suerte que en vez de crecer, te hagas más joven... en serio!!
ResponderEliminarbesicos y suerte
Y QUE LO DIGAS, siempre llega...
ResponderEliminaryo también conservo mi juventud, aunque he dejado ya de volverme joven.
biquiños.,