sábado, 12 de enero de 2013

Yo soy el minotauro y este es mi laberinto.



Caminaba descalza sintiendo la tierra caliente bajo mis pies. Alcé la vista y el cielo estaba custodiado por dos grandes muros que nacía de esa misma tierra, que me rodeaban y me envolvían, sin llegar a oprimirme. Seguí caminando. Los muros tenían un tacto extraño, de felicidad y pérdida, de sueño y melancolía, como si me conociesen. Más adelante sólo veía muros, calles serpenteantes en las que sólo cabía yo, y algo de hiedra creciendo sobre esta ciudad enorme que no me dejaba ver bien el cielo. Llegué a una calle sin salida. Me acerqué a la esquina y oí risas y murmullos, escuché frases de amor, olí un jazminero cerca, pero no podía seguir. La siguiente pared con la que me topé era de escarcha, pero justo al lado había una de fuego y pude ver como luchaban la una con la otra durante horas o quizá días, exhaustas, pero sin dejar de pelear. Luego seguí por una calle que iba más abajo, allí había temblores de rodillas. Me extrañé y me fui, eso nunca había ido conmigo. Luego llegué a un muro hecho de notas, la argamasa era un pentagrama, me quedé allí hasta que me aprendí la melodía de memoria. Nunca se hacía de día y siempre alcanzaba a ver la Luna sin importan cuánto andase o me moviese. La siguiente pared era incongruente: nombres, caras, sonidos, sentimientos, sueños, demasiada gente. Estaba llena, repleta, fuerte. Pero faltaba algo y no se me ocurrió qué. Giré hacia la izquierda y seguí caminando. Cada paso era una sensación diferente, un recuerdo diferente, una versión de mí misma que ya había dejado de existir. Seguí caminando. El colapso de información era enorme y era imposible vislumbrar el final. ¿Sería la salida? En el fondo sabía que no, pero seguí. Pasaron horas, meses, años, o quizá sólo segundos. Entonces llegué. Era blanco, vacío, liso y luminoso. Pero no había nada. Y entonces me agaché y me puse a escarbar y escarbar. Se me ocurrió pensar que quizá si era la salida. O que quizá era la entrada y que, al otro lado, estabas esperando tú.

1 comentario:

  1. y todo esto, dentro de uno. No se cómo no nos volvemos locos más a menudo

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Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.