No nos separan las líneas,
ni los kilómetros
ni las horas que pasan lentas
bajo la lluvia.
Tampoco nos une el humo,
ni la tinta pegajosa que escupo
y que se derrite lenta
bajo la lluvia.
A nuestro alrededor nada el aire,
convertido en golondrina
sin instinto, ni fuerzas,
para volver al verano.
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Dios... me enamoro ya...
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