domingo, 22 de febrero de 2015

La vuelta a casa se hace dura, el paseo solitario, el frío en la cara, el vacío de las calles de siempre, las que me abrazan y patean sin patrón fijo, las mismas de las que huyo, de las que no me puedo esconder. El viento silba demasiado fuerte, truena en mis oídos, furioso o desesperado y la noche está clara y las estrellas inmutables mientras mis cabellos vuelan sin compás ninguno, siguiendo su ritmo. Mis botas suenan a nuevas, a plástico, a necesidad de peligro para poder sobrevivir, chirrían en mis oídos a cada paso, pero las entiendo. El viento me grita, mis pies me gritan, las calles me escupen verdades a cada centímetro que piso. Y como siempre, el vacío y yo, somos los únicos condenados a escuchar.

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Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.