jueves, 4 de junio de 2015

Parezco la náufraga experta
pero sólo empiezo
a sentir,
a sufrir,
a nadar a contracorriente
en mi propia sangre.
Y me sorprendo
cada día
de la bajeza humana,
como la primera vez,
rascándome las decepciones
hasta que dejan de sangrar
y hacen costra,
aunque vuelvan a abrirse
y se tinte todo de nuevo,
de rojo dolor.
No escarmiento y confío
y me rajo,
me rompo,
me desdoblo en el vacío
me expando, pero no lo lleno,
sino que me sigue comiendo
bocado a bocado,
un poco cada noche.
Y el barco vuelve a hundirse
conmigo aferrada al timón
entre las tormentas furiosas,
mientras los botes salvavidas
se ven
a lo lejos
tocando el amanecer.

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