domingo, 6 de septiembre de 2015

flemas o poemas

Los grises subiendo por mis dedos,
el mar a lo lejos.
Morir de frío o de sed,
pero no quemarse jamás,
ya reservamos hueco para eso
desde el primer llanto.




***




Hay demasiadas cosas que no entiendo,
que no puedo aceptar.
Salir de mí,
aguantarme las ganas de escupir,
de blasfemar,
de quemar con saña
vuestras mentes.
Hay demasiada podredumbre
que me niego a tragar,
demasiado veneno
que intenta bajar por mi garganta.
Demasiado,
mire donde mire.
Demasiado,
aún cerrando los ojos.




***





Dicen que soñar ha muerto
y quizá sea verdad.
Los soñadores nos escondemos
a llorar
por los rincones
mientras otros apuran
nuestra cerveza,
nuestra vida.




***




Ojos extraviados
¿de dónde salgo?
Aunque lo supiese
jamás os respondería.




***





Ir a las tumbas ajenas
a llorar por las letras que no conozco,
pero que danzan dentro de mi,
al compás de la lluvia que se refleja
en los charcos de mis ojos,
en los gatos negros,
tumbados,
de mis ojeras.
Nombres y fechas,
caras de dioses,
flores de plástico,
kilos de cal
para tapar a los gusanos,
para no dejar respirar a la vida
después de la muerte.




***





La realidad se hace líquida en las pantallas
y la bebemos con sed
con lengua áspera
y garganta dolorida.
Y calma,
hasta que vuelves a salir
al mundo,
en el que no hay agua de verdad.




***





Aquí, en esta tierra reseca, en este desierto de matojo negro y flores punzantes, no puede crecer más que el cactus, mortífero, solitario. No hay más que agua escondida en las venas, que no nos dejamos beber. Aquí, bajo el sol que arde como mil cuchillos, que nos da la mano, que nos coge del cuello. Aquí no hay lugar para la vida salvaje, para los colores. Creciendo en un lugar como este ¿qué se puede esperar de nosotros?






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