lunes, 12 de octubre de 2015

A veces me gustaría darme una buena hostia
que me sacudiera entera.
Que me sacase de mis zapatos,
me destrozase la chaqueta,
me dejase el pelo enmarañado,
la boca sangrando.
Que ajase la ropa,
me llenase de polvo y escombros
me limpiara de todo lo inútil
que llevo dentro,
que siento y me muerde a cada segundo.
Una buena hostia,
a tiempo,
si es que no nos hemos ya
caducado.
Y que me dejase los oídos limpios
las palabras resquebrajadas
y me quitase las ganas para intentar
arreglarlas.
Un golpe seco y fuerte,
glorioso, un golpe de verdad
que me rompiese los esquemas,
las costillas y lo que esconden,
los sueños podridos,
que me sacase del pecho
tanta flema,
tanto dolor
acumulado.
 Una buena hostia
que me dejase
la cabeza del revés,
para tener,
por fin,
alguna otra perspectiva.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.