Más de lo mismo.
Yo sigo rascando
rasgando y escarbando
más adentro.
Hasta comerse mis uñas
la tierra,
mi sangre y mis dedos.
Brutal y desgarrador
como la tristeza de las miradas
en los metros,
como las conversaciones
ajenas,
como la frialdad
de los telediarios.
Aquí seguimos
escupiendo la tristeza
tratando de respirar.
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