de cómo tu hielo abrasaba mi lengua
en cada espasmo de verso
en cada corrida
de cómo se enfriaban
la cama
y tu risa
después,
de cómo te vestías
rápido,
para conservar el cuerpo caliente
y la cabeza fría,
para envasarte al vacío
y no dejarte lamer
nunca
las heridas.
de cómo ardías hasta congelar,
como un chorro de agua hirviendo
sobre una espalda
desprevenida,
de cómo pasabas en un segundo
de cielo a tierra
de vigilia a sueño
de cómo te dejabas morir
y matar
sólo durante un rato
y sólo
con los ojos cerrados.
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