lunes, 18 de enero de 2016

sangre por los muslos

Es luna llena y mi cuerpo es llamado por la tierra a buscar la llama que me prenda los instintos. Quizá nadie naciera hace dos mil años, cuando ya estaban las brujas cosiendo rotos en los vientres de todas, tergiversando personajes y objetos con el único fin de sentir el viento salvaje en la cara. La noche se me antoja un manto de experiencias brillantes, de batallas ganadas a los siglos, me abriga como un abrazo sobre la piel desnuda. Miro al cielo y me lleno de la energía de las escobas volando, de la carne quemada y la verdad medio muerta escondiéndose en los bosques a lamerse las heridas. Y me convierto en esa verdad mutilada, casi inaudible que se canta cada noche en nuestra sangre, en cada ciclo. Me cuelo por los cráteres, por los ojos, me derramo en las palabras y el asfalto mientras cualquier camino es brillante en la oscuridad y respiro casi como quien reza, con el viento despeinándome las ideas, sabiendo que vivimos para algo más que para ser recortables en manos de un dios que no nos conoce.

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