lunes, 18 de enero de 2016

Se nos prenden fácilmente los instintos
y es una pena y un desperdicio quedarse sin alcohol
a estas alturas de la noche,
cuando susurran las aceras
y el silencio acaricia el cemento
como si fuésemos tan salvajes como nos gustaría.
Cuando sólo sobra mecha,
rebuscamos bien en los bolsillos
Y rascamos cerillas viejas
en las paredes del alma.
Todo por explotar
y no dejar que nos apagasen los remordimientos inútiles
de no poder aunque queramos.
Ardíamos como antorchas
mientras el enemigo sólo se ocupaba
de salvar el papel en vez de las vísceras.
Así quedaron las tripas del mundo desparramadas por el suelo,
mientras ellos seguían tragando monedas,
agradeciendo la inexistencia de sus intestinos
con tal de no soltarlas.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.