sábado, 12 de noviembre de 2016

-

No quiero nada de lo que podáis ofrecerme a no ser que sea un cigarro o un pellizquito de anestesia en forma de droga dura. No quiero vuestros sueños, ni vuestras ganas de vivir, a pesar de que las mías ya se estén gastando. No quiero vuestros ojos, ni vuestras manos, ni vuestras lenguas, ni vuestras letras. No quiero vuestra puta poesía, vuestras promesas de lugares lejanos, vuestros besos tiernos o lascivos, mentirosos. No quiero vuestra máscara ni vuestra piel en carne viva, ni el olor de vuestra ropa, ni el sabor de vuestro sexo, ni siquiera el tacto de vuestra lengua en el mío. No quiero vuestro llanto, mucho menos vuestra risa, ni vuestras dudas, ni vuestras asquerosas certezas sobre las cuales sólo me dan ganas de escupir mis flemas, sin duda más reales y más puras que cualquiera de vuestros argumentos. No quiero vuestros consejos, vuestra rabia o vuestra simpatía. No quiero vuestros discursos rancios, vuestros dientes lustrosos, vuestra lujuria caduca. No quiero vuestra falsa esquizofrenia, vuestra ansia de enfermedad mental para venderos al mundo, no quiero vuestro anuncio con falsa sonrisa rebelde para cautivar a la millarda. No quiero vuestra atención, no quiero vuestro desprecio. No me interesa vuestro odio, mucho menos vuestro amor, si es que podéis llamar amor a algo que no sea chuparse la sangre a ver quien se llena más del otro. No quiero vuestra sangre limpia de grenórcula, que la diosa (es decir yo) me libre de ella y de su brillo impoluto. Me importa un carajo que os tintéis la mirada de azul cada mañana, me importa aún menos si no es tinte sino lágrimas. A mí no me vengáis a llorar, a mí no queráis hacerme reír, a mí no queráis amarme. No os devolveré más que vacío, que es, a base de tragarme todas y cada una de vuestras semillas, lo único que me crece dentro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.