Fuera el huracán acaricia mis oídos mientras mi piel parece hecha de las cuerdas de Django Reindhardt. Swing para mis alas de murciélago desfasado, para mis oídos de pulga. El sol no duele porque está de vacaciones y una mosca perdida se posa en mi pecho, sin saber que su tiempo hace meses que se acabó, quizá como el mío. Carretas y arrastre, dolor de costillas a las 3 de la mañana, nada que no cure darse la vuelta, poner la otra mejilla sobre la almohada, soñar con llanuras abandonadas. Tengo la prisa en las pupilas tatuada, la mochila lista para salir a oscuras antes del alba. Frente al espejo miro mi cara, anudo mis botas sabiendo lo que me espera. El enigma baila desnudo ante mis ojos como cuando me apetece seducir a los espejos, el guerrero está en mis brazos deformes esperando su momento. Estoy reconociéndome después de tanto tiempo, no lamento nada pero tampoco lo celebro. Acepto mis ciclos, al menos lo intento, pero no tengo estómago para parar los truenos. Me recorre lo eléctrico cuando me tiembla el sueño, son mis pestañas que no dejan hueco a nada más que no sea mi reflejo. Me duelen el pecho y los hombros, uno de vivir, otros de ignorarlo, la ausencia se hace músculo sobre mi homoplatos. Y me acaricio como si el amor fuera eso, y quizá lo es, y lo demás es una farsa.
Que toda esta ausencia es mía lo digo bien alto y no me tiembla la voz. Que en vuestras manos estuvo alguna vez, lo reconozco con la boca pequeña.
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Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.