No recuerdo haber encendido la luz del pasillo. Casi va a amanecer y son las inercias las que bailan en alcohol y humo. No recuerdo haber gritado ningún secreto que mereciese la pena serlo. Escuché a los pájaros en mi ventana, hablaban de mi entre suspiros y pensaron que no me daba cuenta. Yo, en el fondo, deseé no haberlo hecho aunque ya sospechara mis verdades. La bola de cristal se esconde tras mi ojo izquierdo, el derecho intenta poner paz entre la realidad y mis visiones. Se tienden a la luz de la luna mis profecías. No están sedientas, no buscan nada. El destino sigue sin existir. Se me atropella esta baraja de letras cuando intento jugar al tarot con lo que siento. Laguna clara, oscuro espejo. Los seres emplumados me escupen besos, me reconfortan, se preocupan por mi. Se preocupan demasiado. Un viento helado atraviesa mi ventana para recordarme la lucidez de los despertares. Me serena el sonido de las calles vacías, de mi casa vacía, de mis dedos ansiosos recorriendo el teclado buscando la anilla del paracaídas. Cuando soy capaz de abrir de nuevo los ojos, me doy cuenta de que, en realidad, no estoy cayendo. La mente teme y miente. Y en realidad el presente es el único horizonte que logramos atisbar con la vista y con el resto de sentidos. No me da miedo que no haya más, porque hay suficiente.
Empiezo en la negativa para afirmarme. Denme más paradojas que se me seca el gaznate y sólo me queda mar para beber. Alguna vez renegué de la sed, para luego amarla a golpe de versos en noches como esta. No podemos exigirnos una coherencia total en un mundo totalmente incoherente, pero lo hacemos. Y entre los fracasos crecen jardines salvajes que nos atrevemos a habitar como si la vida no significase otra cosa. Me siento libre de escupir la flema o de tragarme el sueño maldito que llevo escondido en las ojeras. Me siento libre para estar sin que me duela. Aunque me duela, aunque la libertad sea otra cosa.
No me salen las palabras que se me atascan en la lengua. Porque no quiero decirlas, porque sé que son mentira. Mientras vuelo el mundo gira y cuando pienso demasiado es el suelo el que impregno entero con mi saliva. Creo que me quedo sin aire, creo que me quedo sin sangre. Pero no. Pero nada. No me dejaré caer de nuevo en mi mente y su propia trampa.
Nunca hubo motivo para este fusilamiento de esperanza en el cementerio de mis miedos más profundos. Doy las gracias por todo lo que es posible porque lo hacemos. Mi cuerpo ha rendido su tributo a la vida, ha llorado de placer y ha reído en el espasmo. Ahí donde la mente se escapa, donde la atención es física y real, es donde sucede la magia. Es donde cualquier cosa puede suceder.
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