domingo, 31 de marzo de 2019

Cambio de piel, cambio de hora

A veces pienso que quizá la locura ya ha hecho callo en los dedos de mi psique, como la guitarra en los de mi mano izquierda. Tengo 26 años, la mirada triste y unas pintas que  no encajan pero tampoco incomodan. Camino por la calle, aparentemente como si la vida no fuese conmigo. Es sábado por la mañana y la gente recorre el centro con bolsas en las manos. Una señora indignada afirma que hoy nos roban una hora. Ay, señora, si sólo fuese una. Si sólo fuese hoy. Me abstraigo pensando en la falsedad del tiempo, en su peso implacable. De pronto la cosa no es que vaya conmigo, sino que soy yo. Abro los ojos con atención, me giro de golpe. Detengo la realidad una milésima de segundo, o eso me parece, o eso quiero creer. Y vuelvo a caminar como si en algún momento me hubiese parado. Las calles son las de siempre pero hoy algo distinto flota en el aire. Yo me debato interiormente, cada paso es una luz, una señal, un desgarro hecho a propósito en el tejido del cosmos. Platón, la Matrix, la física cuántica. La música, la esdrújula, el acento invisible del aire. Me atraviesan las miradas como si fuesen espejos. ¿Sabrá el resto que estoy dudando de su existencia? 


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