martes, 2 de abril de 2019

Destruir para crear para destruir para crear para destruir para crear para... No pares

Le estoy dando demasiadas vueltas a la simplicidad del absurdo. Me estoy dando cuenta por suerte, y sé dónde están mis manos para cuando tenga que agarrarme, para cuando caiga de verdad dentro de la madriguera. Todavía, si miro a escondidas, parece que florece la flor de la libertad, pero desconozco esta cepa. Nunca la habría imaginado tan simple, nunca le habría atribuido la escala de olores que ahora me embriaga. No confundo libertad con primavera, aunque parezca que sí. No confundo muerte con vida, aunque parezca que sí. He aceptado en parte que no puedo atravesar el tejido de la realidad sólo con mis deseos. Sigo tejiendo, punto sobre punto, capa sobre capa, así se forman estas paredes amarillas, esta luz cálida que rebota en mis manos mientras escribo, este olor a volver a casa al salir del colegio. Sigo tejiendo, uso el espejo de tijeras, voy más allá. Mi reflejo es el tapiz que se esconde a mi consciencia. Tengo que soñar. Volver a inventar el color de las baldosas, de los iris perlados, de las cascadas rosas que le hacen de cortina al atardecer. Volver a crear y saber que se destruirá como todo. Volver a crear y saber que tendré que destruirlo. Ningún dios me impuso esta tarea, no es un castigo. Ningún dios pagó conmigo sus humanas inseguridades para condenarme a este bucle. Fui yo misma, más animal que diosa, más diosa que humana. No me basta trazar un sólo perfil del subconsciente, sé de la realidad castrada en nuestros cerebros, de la ceguera autoimpuesta, del colapso. No me basta un sólo color en la paleta, ni un sólo instrumento en las manos, ni una ecuación matemática sobre el impacto de los símbolos. Voy más allá. Crío a mis cuervos y también a mis gatos, mis leones, mis ardillas, mis virus mortíferos y los dejo sueltos, sabiendo que hagan lo que hagan ya nunca más serán míos.



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