viernes, 3 de mayo de 2019

Los ciclos, Los juicios, La torre del lenguaje

El mundo gira, las cosas cambian ¿quién quiere ser el que se queda para siempre?

Desapegarme de este decorado autoimpuesto, de esta expresión ficticia de la realidad más incomprensible, de este resumen para dummies de lo que es la existencia. No esperar, no desesperar. Los ciclos vuelven a ponernos de frente con todo aquello que elegimos no enfrentar. Los miedos entonces no son otra cosa que oportunidades. No atisbo a comprender del todo el motivo de este pestañeo consciente dentro del ciclo de la eterna oscuridad. No entiendo el chiste. Será que no estoy capacitada para tal conocimiento, que soy una adicta a mis emociones, que no sé ser sin sentir, que muchas veces no sé sentir sin juzgar. Pero quién es el ego y quién es el yo, y quién tiene el timón en este mar de inquietudes espesas, a quién se le olvidó cerrar el grifo, quién dejó a propósito en esa idea de hogar los chalecos salvavidas... Me reencuentro con mi pasado que ya no es tal, porque yo tampoco lo soy. Lo abrazo como si nunca hubiera querido reprocharle al tiempo su paso. Nos entendemos mejor de lo jamás habría pensando, como si me agarrase de las manos en un gesto de despedida. Una cascada de tiempo me besa los pies pero todavía no me atrevo a bañarme desnuda en su charca. Identifico lo que me ata y me paso el día deshaciendo nudos, el inconsciente sigue tejiendo mientras me da la espalda. Todo esto me lleva a pensar si no es la poesía otro soporte donde hacer bola, si de verdad está muerta, o si lo que debo hacer es matarla de una vez por todas. No me veo capaz. No sé si sería matar mi ego o matar mi alma. No sé si podría sobrevivir. Me invento un nuevo mantra cada mañana, me hablo en voz alta como si tuviera nadando en mi saliva el poder de los conjuros. Espero las señales que no siempre llegan, espero los golpes que nunca descansan, espero la decepción implícita a esta expectativa de lo que es vivir que nunca se cumple. No quiero esperar. ¿Qué hago con las ganas? ¿ Qué hago con el amor? A veces pienso que no conozco esos conceptos, que la definición es insuficiente, que es tan simple que no hay palabras que abarquen las emociones puras que no creo que nadie tenga. 

He aparcado las letras por unos días, por un viaje, por una limpieza mental del polvo que enturbia mi visión profética, mi claridad interna. Ahora me cuesta volver. La torre del lenguaje crece ante mí como un monstruo. Estoy encerrada dentro y tengo que entrar a rescatarme. Cuántas de las que soy están esparcidas por sus pasillos, cuántas emparedadas hace cuánto tiempo, cuántas aburridas de esperarme... ¿Cuál de todas ellas es la de verdad?

El silencio sigue siendo la salida de emergencia, la pesada cadena de la locura consciente, de la declaración de matices implícita de las palabras. No quiero juzgar ni ser juzgada, pero aquí siguen mis tripas escupiendo símbolos para entender lo que deduzco que hay más allá y que aún no se deja mirar a los ojos.




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