miércoles, 28 de agosto de 2019

Las ruinas del lenguaje yacen humeantes en mi garganta, sólo pasan como caricias el aire y la saliva, todo lo que sale es humo negro que enmarca el exterior con su bruma. He perdido el truco de embellecer con símbolos las emociones mas extremas, ahora sólo hay un silencio interrogante que no encuentra respuesta. Las identifico cuando intento toser las lágrimas que no me permití soltar porque no las entendía. Espero pacientemente que se enfríen los restos para examinarlos con lupa a ver si encuentro el mapa del tesoro, la piedra filosofal, la caja de cambios. La incineración ha sido lenta pero furiosa. Sólo quedan restos carbonizados que me saben amargos y secos como una almendra podrida. Tengo que seguir tragando.

Yo sólo quería decir que el lenguaje se me hace insuficiente. Que tras tanta poesía y tanta literatura, tras crear y encontrar refugios entre los símbolos muertos, me ha arrollado un silencio atronador e inexpresable, más inmenso que cualquier infierno o paraíso, más sublime. Me fascina y me aterra a partes iguales, descubro otra capa de la realidad que era incapaz de ver escondida entre las líneas, porque no necesitaba nada para expresarse. No puedo traducir al idioma del espejo las nuevas aristas que observo, los nuevos matices, las señales. Hay cosas que sólo pueden comprenderse y expresarse a través de la música o del silencio.

Para todo lo demás, la palabra. Para todo lo demás que, cada vez más, es lo de menos.



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