viernes, 11 de octubre de 2019

Om Krim Kalikaye Namaha

La realidad es afilada y brillante pero ya no me sorprende. Esperaba hace meses otra verdad que añadir a la telaraña de mis traumas que ya no son tales. Te escucho sin necesidad de palabras pero a veces echo de menos tu voz aportando algo de luz en mis lúcidas y oscuras cuencas oculares. A veces me hago la tonta, la loca y la sumisa. A veces prefiero callar por no desatar las tormentas que duermen en mis párpados. Pero por dentro estoy navegando y hay marejada y calma chicha, todo a la vez dentro de un mar que son miles, dentro de un océano infinito en el que cada gota es un recuerdo. A cada segundo se llena un poco, a cada segundo siento la tentación de dejarme ahogar por su deliciosa sal, por su trampa mortífera. De cara al exterior soy una chica bastante normal, algo nerviosa a veces, algo emocionada, algo triste, algo esperanzada en el fondo. De cara al interior soy una convulsión continua hasta que me concentro, el problema siempre es en qué. Enciendo las velas de mi consciencia e improviso un altar al que sólo yo tengo paso, la ilusión es lo de fuera. La ilusión es el miedo, la jaula y el pájaro. Alejandra quizá no se dio cuenta, yo invoco a Kali para que me preste algún brazo con el que decapitar a mis demonios. Me hago de psicóloga y de madre, me hago de amante y de amiga. No hablaré de las profecías que veo venir a kilómetros de distancia, del instinto que me grita a través de los espejos y siempre cumple su palabra. Para qué decir que siempre lo supe si eso no cambiará nada, de qué sirve el saber más allá del afán por tener razón.
La razón ya no la quiero. Si eso como herramienta para pasar de nivel en esta simulación barata. La razón ya no la quiero si no me ayuda a entender eso que inunda mi mente más allá de las palabras. No me siento herida, no más de lo de siempre. Miguel Hernández ya escribió sobre los duelos que implica el nacer y sólo podemos sonreír agradeciendo las fiestas. Mi mundo no son los mundos pero tengo la intuición despierta y no me dejo engañar por los colores de fuera. La paz es también la guerra, entonces no sé que queda. Algo a lo que agarrarme más allá de las palabras, el pensamiento enloquece y ya no hay bote o salvavidas. Algo a lo que agarrarme más allá de las palabras y eliminar la ilusión que me enturbia la mirada. Kali soy yo y Kali es el tiempo y el inexorable cambio al que le da la mano. Kali soy yo, bailando sobre el cuerpo de mi razón para poder matar a los demonios de mi ego. ¿Qué hay más allá de mi constructo? ¿Quién soy de verdad? ¿Qué estoy haciendo? La mente se colma de preguntas que no puedo responder desde el velo de la razón. Qué difícil soltarla, qué difícil no quererla en la necesidad de sobrevivir en este plano, el único que conozco. Las emociones me dejan atisbar otros mundos, otros estados de consciencia. La nada me aterra de forma profunda y prefiero sentir antes que mirar a los ojos de Medusa.
Medusa me da la espalda y yo le doy la espalda al amor por miedo a petrificarlo. Por miedo a usar sin querer mis poderes y convertirlo en algo que pueda romperse con un soplo de viento. Prefiero imaginarlo cristalino como el agua, libre, salvaje, cambiante, fuera de toda forma que no sea la necesaria en cada momento. Dentro de mí se retuercen todos los animales mitológicos, dentro de mi la esfinge inteligente y curiosa, la hidra que he de aprender a calmar como mis miedos para que no crezcan dos cada vez que acabo con uno. Dentro de mí: el cielo, el paraíso, el purgatorio, el olimpo, el nirvana, la gloria, el destino, la incertidumbre. Dentro de mí, todo lo que puede escribirse y describirse. Dentro de mi, todo lo que no. Lo que sólo se puede sentir con los otros sentidos, esos que no tienen nombre ni forma pero que colorean los días y las miradas. Qué hacer entonces con la palabra. Qué hacer entonces sin ella.




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Ven, que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.