viernes, 11 de octubre de 2019

Ya no escribo para llenar un vacío sino para tratar de expresar con símbolos todo aquello que está más allá de las palabras. Podría dibujar y el resultado sería el mismo, un cuadro abstracto en el que perderse, ante el cual sentir ira o terror, cariño o tristeza, amor o desidia. La rabia no es sólo roja ¿qué color elijo entonces? El amor no es sólo azul, ni tiene forma de pájaro, ni brillo turquesa ante la claridad de los soles. El miedo puede ser gris como una mañana muerta, pero también puede serlo la paz, igual que el negro de los finales puede ser el misterio vivo de un sueño que acecha. El cariño no sólo es naranja, caben en él todos los colores del verano pero también del otoño, de las hojas que se despiden, de las flores violeta que llenan mi calle cada primavera. El silencio exterior deja paso al estallido interior de una música salvaje. Escribo y describo sin sonido, sólo pensamientos que se agolpan mientras tecleo frente a la pantalla, mientras friego los platos y el agua acaricia mis manos y a saber de dónde viene. ¿Cómo puedo sentirme sola si todo está tan lleno? ¿Cómo tengo sólo dos tristes ojos para mirar si alrededor el tiempo florece y marchita a una velocidad de vértigo? ¿Cómo es posible vivir con estos dos brazos que a veces se cansan de abrazar un vacío que sólo está por dentro? Un vacío repleto de sensaciones de no comprendo, una nada tan abarrotada de minucias que grita en silencio cada noche por miedo a explotar. Habrá quien no entienda y habrá quien entienda que no se puede expresar de otra manera. Habrá quien aprecie los instantes de vuelo entre paso y paso, quien sea capaz de ahogarse en lo siniestro de saber el poco respeto que nos tiene nuestra mente. Antes era incapaz de hablar de esencia, porque era incapaz de atisbarla. Tiempo atrás el petróleo que hacía de amalgama a mis poemas crecía en mis pulmones como un parásito, pero siempre fui yo quien puso allí las semillas, las cenizas y los pozos. Ahora hay tanto por descubrir que ya no tengo miedo, sólo curiosidad. Ahora las posibilidades se multiplican en el jardín de mis conciencias y tejen una hamaca para el ser profundo al que todavía no conozco. ¿Me estaré volviendo loca? Si es así, la locura me pone enfrente una ristra de caminos posibles con los que agotar mi desidia y calmar la sed eterna que un día descubrí que me había tatuado. Antes valoraba la cordura que creía poseer, y sin embargo, cordura viene de cuerda y yo me sentía tan presa que habría saltado sin miedo a estrellarme con la realidad más física por no enfrentarme a la responsabilidad de mis realidades. Ahora suelto lo que nunca estuvo en mi mano y me esforcé por agarrar, asumo mi libertad como la responsabilidad de no dejarme abatir por las ataduras mentales que nos impone la sociedad cual rebaño de borregos. Ahora elijo ser lobo, cordero o brizna de hierba, atardecer ardiente o noche cerrada, luminoso amanecer. Es una cuestión de supervivencia ante la fatalidad absurda de los destinos, es una manera de cantarle a la libertad de mi mente para que termine de deshacerse de todas las mentiras impuestas que le hacen de cadenas. Es por eso que no hay vacíos que llenar, sino pensamientos que liberar en mitad de la noche, a hurtadillas, sin palabras, con el ruidoso impacto de los hechos, con su silencioso ejemplo, con su experiencia verdadera. Ahora escribo para tratar de expresar mi yo más íntimo y no sólo las heridas que pudieron hacerle, que dejé que le hicieran, que le hice sin conciencia ni piedad. Escribo para descubrir los distintos caminos que me forman, escribo para andar y desandar todas las sendas posibles y dejar atrás los pozos que una vez me hicieron de tumba y de refugio. Se acabó el vacío para esta mente atestada de voces propias y desconocidas, para esta corriente de pensamientos que en vez de mecerme trata de parecer que me ahoga, para este desconsolado autoengaño de entender la soledad como un castigo y no como la única liberación posible. Escribo para aprovechar mi inteligencia y no sólo sufrirla, para dirigir la capacidad del pensamiento hacia un fin brillante y bello que haga florecer en mi la cualidad del amor supremo, si es que acaso existe. Entiendo que no hay quien entienda, que la lucha es una y son tantas como las realidades que existen. Tras la verborrea incesante que me inunda por no saber decir IT, como diría Clarice, por no querer echar limón en la ostra viva, no tengo, ni mucho menos, respuestas. Si acaso una cama hecha de interrogantes, una voluntad férrea por mejorar y mejorarnos y una esperanza a veces moribunda ronroneando en el regazo, cuyo sonido es el único que me permite dormir. 

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