sábado, 28 de noviembre de 2020

"Nada es lo mismo, nada 
permanece.
Menos la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten."

Ángel González, Glosas a Heráclito.


El viento arrastra consigo las ramas más débiles de la jacaranda. Yo observo las luces encendidas del edificio de al lado. Miro por el rabillo del ojo y prendo la sospecha junto con el cigarro. No sé si es miedo o instinto de supervivencia, hay veces que es demasiado difícil diferenciar. Otra maldita tarde de domingo, el último clavo ardiendo me quema los dedos y me niego a mirar otra pantalla que no sea este folio en blanco. Hoy cada mirada esconde un juicio y la mía es la primera. Tengo el estómago revuelto, lleno de nudos que no pueden desatarse, que están fuera de mi alcance. Reflejos psicosomáticos de tender al sol las verdades, de reprimir los gritos y dejar que la historia se empañe de nuevo con sangre para que no deje de repetirse. Las calles que han sido metáfora de libertad se visten de luto con una sonrisa de orgullo, sólo se escuchan sirenas y risas y no puedo hacer otra cosa que bajar la persiana. El tiempo se ha convertido en máquina y nos ha llevado al pasado, la ignorancia le hace de argamasa a la estructura. Los pensamientos libres se escapan pero el resto de pensamientos son los que forman esta jaula que hoy y siempre es aquello que llaman patria. La rabia y la impotencia bailan con la tristeza en la boca de mi estómago. Yo sólo quiero vomitarlo todo y tirar de la cadena, hacer como si nunca hubiera pasado, olvidarme de que nunca ha dejado de pasar. No es nada nuevo, lo sé, esto no descubre la podredumbre pero la legitima. Cada nueva noticia, cada nueva declaración, cada nueva conversación es un golpe de castigo. No paramos de retroceder metros y, a estas alturas, la linea de ensayo parece una utopía. No sé qué sentido tiene este escrito, que no es poema sino problema y que no sacia ni cura esta herida antigua y profunda que se llama España.

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